diotimacomunità filosofica femminile

per amore del mondo Numero 9 - 2010

Visioni

Eloísa ya luce, reluce y brilla en las universidades

Acto de inauguración de: Heloïse perfundet omnia luce (tapiz de 3 x 3 m., vídeo en loop y sonido.)

Artista: Elena del Rivero

Curadora: Assumpta Bassas Vila

Vídeo: Marta Vergonyós

Cámara: Anna Sanmartí

Postproducción del sonido: Eva Valiño y Susana Carreras de Cabrera

Realización del tapiz: Carles Delclaux

Montaje: USQUAM

Aparatos sonido: Studi Audio Visió

Concierto de campanas y voz difónica: Llorenç Barber

Lugar: escalera noble del edifico histórico de la Universitat de Barcelona (Gran Via de les Corts Catalanes, 585, de Barcelona)

Día: jueves 10 de diciembre de 2009 a las 19h.

 

 

Cuatro años de preparación dan cuenta de la magnitud del proyecto. Cuatro años de práctica de comunidad en torno a la feliz visión de Elena del Rivero. El término “comunidad” lo utilizó la misma artista en las declaraciones que pronunció para significar la instalación. Dijo Elena: “esta obra es fruto de una comunidad”. No más. Acto seguido se puso a leer, en voz solemne, la relación de nombres de todas las mujeres, hombres e instituciones que habían hecho posible la realización de Heloïse perfundet omnia luce (“Eloísa lo impregna todo de luz”).

Debo confesar que esta breve, concisa y lacónica frase de Elena me conmovió.  Cierto que me emocionó; pero también debo admitir que después me ha confundido. Y quiero explicar el porqué de ambas experiencias, pues las considero significativas en relación al sentido político de la práctica de Elena y de su instalación. Respecto a mi conmoción, será que por mi profesión (trabajo como docente en el departamento de arte de la Universitat de Barcelona) estoy poco acostumbrada a escuchar a una artista que concibe su obra en la práctica política de la relación. Agradecimientos, sí. Muchos y muchas son agradecidos para con sus colaboradores o colaboradoras. Falsas imposturas también he oído, en nombre del lema tan posmoderno de “la desaparición del autor”. La obra no es mía es de quien la mira, la usa o la lee, dicen los pretendidos “desaparecidos”.

Ni la frase ni la actitud de Elena eran de esta índole. No se trataba de un gesto de gratitud ni de su evanescencia. De esto estoy segura. Pero ¿cómo interpretar el uso que hizo de la noción de “comunidad”, si la misma palabra neutraliza y evapora, en virtud de lo común, los nombres propios que ella se encargó de subrayar? He aquí mi pérdida. Ha sido al intentar orientarme para encontrar las palabras que la digan de verdad, cuando me he dado cuenta de su sentido. Pues esta búsqueda la he hecho justamente en mi relación política con algunas de las mujeres de Duoda. Del mismo modo lo hizo Elena, pues.

Que Heloïse perfundet omnia luce sea fruto de una “comunidad”, ahora creo entender, significa que se origina en esta política de la relación cuya práctica se ejerce entre dos y de dos en dos. No es un grupo de trabajo lo que se ha conformado en torno a su instalación. La “comunidad” de Elena es el lazo que se ha unido en las relaciones tejidas en esta práctica política, inventada por las mujeres y nombrada por las filósofas italianas de Diótima. En este sentido, la comunidad se crea gracias al telar de relaciones de disparidad a cuyo seno cada cual lleva su singularidad. Se constituye de lo particular que se pone en vínculo dual para que lo común sea. No es lo común lo que une sino que es en lo común donde se camina.

Por este motivo aquí nadie desaparece, nadie deja de ser visible. No. Al incorporarse a una comunidad así entendida, Elena reluce. Incorporar lo que es de verdad es un más no un menos; en la incorporación una se enriquece, crece y aumenta. Ella lo sabía y así lo dijo y reconoció. Pero no debo faltar a la verdad. Con ella, es la comunidad dispar la que realmente aumenta, crece y se enriquece. Las investigadoras de Duoda, junto a las otras mujeres y hombres con los que nos hemos puesto en relación, hemos trabajado con Elena y ella con todos y todas. De esta relación política ha nacido Heloïse perfundet omnia luce. Lo que está claro, sin embargo, es que sin Elena, hoy Eloísa no sería ni siquiera una idea. Nadie pone en duda, ni el tapicero lo consiguió con sus falsedades en la prensa, que Heloïse perfundet omnia luce sea de Elena del Rivero, aunque la obra ande sola y de ella nazcan relaciones nuevas y de otro tipo.

Ahora bien ¿cómo se percibe “la comunidad” en Heloïse perfundet omnia luce? ¿Dónde está la práctica política de la relación? No solo en las manos que han intervenido en relación, cuyos nombres Elena se encargó de recordar. Heloïse perfundet omnia luce devuelve el sentido político a la práctica del arte. No es una obra de arte político sino lo que el arte tiene de político. En sus orígenes, las imágenes nacieron como elementos de participación, no de contemplación, para posibilitar que los humanos entrasen en contacto con lo sagrado. La imagen de Elena nos hace partícipes de lo sagrado que habita las universidades de hoy, esto es, la diferencia sexual. Lo sagrado no se adula, se respeta; es el fundamento del culto, no el culto mismo. Sagrada es, pues, la presencia de las mujeres en la universidad, tal como nos dice Heloïse perfundet omnia luce.

Por eso, las mujeres de Duoda y todos y todas las que acudieron de entre nuestras relaciones políticas, no inauguramos una obra de arte sino que festejábamos el icono hablante ideado por Elena que da cuenta de la presencia de las mujeres en las universidades y de su feminización. El día 10 de diciembre celebramos una fiesta, en el sentido que da al vocablo la filósofa suiza Jeanne Hersch. Es decir, lo verdaderamente importante de la fiesta no es el motivo sino lo que esta incita y promueve en el estar en relación. La fiesta no es un medio para llegar a un fin sino un fin en sí misma: experiencia, intercambio, relación. La fiesta se organiza, sí, pero no se controla. De modo que las fiestas, a diferencia de los actos protocolarios, no tienen tiempo delimitado; se sabe cuándo empiezan pero nunca cuándo terminan, pues la vida de lo que sucede en ellas es más grande que el tiempo que las cerca.

El concierto de campanas del músico Llorenç Barber escenificaba este tiempo que acompaña el transcurrir de la vida sin control alguno. Ese tiempo que también recoge la instalación de Elena cuando la proyección videográfica se conjuga con el tiempo marcado. Para que lo sagrado se deje ver requiere de un doble ritual: el desocultamiento y su festejo. Por eso, la fiesta guardaba dos secretos: el descubrir la imagen (tapiz con proyección audiovisual) y el resonar de las campanas. A través de las campanas del tiempo de la vida y de la voz difónica que emergía de lo más profundo del ser, a modo de un sacerdote, el músico Barber hizo gritar la aparición de Eloísa. Y provocó que todos y todas saliéramos de allí con el sonido de Eloísa retumbando, no en los oídos sino en nuestros corazones.

En efecto, las mujeres de Duoda, con Assumpta Bassas Vila siempre al cuidado de todo el proyecto, quisimos participar de una fiesta, pero la Universitat de Barcelona, con su estricto protocolo, debía organizar una gala institucional. De modo que en aquel acto había dos clases de público. Los y las que acudíamos a un evento político cuyo motivo era una obra de arte; y los y las que acudían a un acontecimiento artístico cuyo pretexto era una obra de arte. Estos y estas últimas también se fueron contentas con el regalo de la obra de Elena e incluso algunos y algunas orgullosas de haber secundado una pieza tan espléndida, el objetivo de la cual era, según palabras del Rector, embellecer aquel espacio.

Bella es, sin duda, Heloïse perfundet omnia luce. Pero si algo embellece no es el espacio. Embellece el espíritu de las universitarias y los universitarios de hoy y del futuro, porque nos llena del amor que Eloísa sintió por el saber y también por el sabor de un hombre (palabras de María-Milagros Rivera Garretas en la apertura). Elena ha querido que la universidad de mujeres y hombres lleve el nombre de Eloísa tejido y proyectado en su corazón, sede del amor a los saberes y a los sabores. (Tratto dalla rivista “Duoda. Estudios de la diferencia sexual”, n. 38, 2010)