diotimacomunità filosofica femminile

per amore del mondo Numero 6 - 2007

Pratiche

De ida y vuelta. Dar un rodeo con la escritura en un máster online*

*Texto publicado en la revista Duoda n.32 (2007)

** Las intervenciones de las alumnas del Master online “La expresiòn online de un deseo en femenino”por un problema tecnico van a ser publicadas màs adelante.

 

 

Durante algún tiempo pensé que las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información, aunque supusieran una gran oportunidad de aprendizaje informal y autogestionado, no estaban en grado de competir con las ofertas formales de enseñanza/aprendizaje en presencia. Confieso que les tenía incluso una cierta desconfianza.

 

Este año (curso 2005-06) he aceptado la propuesta de dar una asignatura del Máster online en Estudios de la Diferencia Sexual del Centro de Investigación de Mujeres DUODA de la Universidad de Barcelona, y tengo que decir que solo por la confianza que siento hacia algunas mujeres, compañeras de esa universidad, con las que estoy en relación política y científica desde hace años. El máster, que ha alcanzado un éxito notable en España y en muchos países hispanohablantes (Centro y Sudamérica), está en su quinta edición. Va dirigido a mujeres y hombres interesados en aproximarse o en profundizar en el pensamiento de la diferencia sexual en varios ámbitos de la reflexión y de la investigación, y la postura simbólica deseada y buscada es la del partir de sí, de tradición feminista.

 

La estructura del programa es relativamente sencilla y, aparentemente, no se aleja mucho de la didáctica tradicional: cada asignatura pone a disposición textos redactados por la docente, fruto de su trabajo de investigación, sobre los que se pide a los participantes que vayan desarrollando ejercicios y comentarios, escribiendo textos a partir de sí y de su experiencia. La docente-tutora se relaciona por correo electrónico con cada una y cada uno de los estudiantes, según cadencias temporales programadas, pero no demasiado rígidas, en el arco de unos seis-ocho meses. El programa prevé algunos momentos de chat, la evaluación continua y final, la redacción de una tesina y, en caso de evaluación positiva, la asignación de créditos.

 

Las/los participantes —alrededor de quince mujeres y hombres de distintas edades— viven en este momento en su mayoría en España, pero algunas en Argentina, en México, en Costa Rica y, una, en Alaska. El curso está en este momento muy adelantado pero todavía no ha concluido, y hasta ahora no les he conocido nunca personalmente. Desde el comienzo de mi relación a distancia con ellas y ellos, he observado elementos muy nuevos y de gran interés. A pesar de que es trabajoso respetar, aunque sea con flexibilidad, las tres citas mensuales previstas para el intercambio online (lectura de los ejercicios de cada estudiante, mis comentarios y respuestas), ha ido surgiendo desde el primer momento una dimensión de placer que he notado que todos, aunque fuera en medidas distintas, compartíamos. Con respecto a la lógica actual “muerde y escapa” de la didáctica universitaria  —asignaturas breves y tiempos reducidos—, el curso ha ofrecido la oportunidad de crear un contexto parecido a “un cuarto propio”1, un espacio-tiempo de pensamiento y de palabra en el que los lenguajes desgastados reencuentran aquí y allá su sentido originario o se abren a sentidos nuevos, gracias a la mediación de la escritura. Una escritura motivada y sostenida por el deseo de ponerse en juego, de ampliar y profundizar la propia comprensión del mundo, también del propio mundo interior, en el intercambio con la profesora: en un movimiento de ida y vuelta que, partiendo de los temas tratados en mis textos (la diferencia sexual y la libertad femenina/masculina en la enseñanza, en el trabajo, en la maternidad) y pasando por las transformaciones provocadas por su reflexionar en sintonía con el sentir emotivo, les volvía a poner poco a poco en contacto con su propia experiencia, potenciando los elementos de libre entendimiento, en una circularidad abierta.

 

 

Una escritura a un tiempo personal y relacional, sostenida por la confianza y por una corriente de inteligencia amorosa.

 

Sí, porque muy pronto sus textos comentando los míos, sus ejercicios en respuesta a mis preguntas-estímulo, tomaron un matiz personal y autobiográfico pero, a la vez, abierto y disponible a la interlocución en relación y a las transformaciones que esta hiciera posibles.

 

Al principio —casi todos y casi inmediatamente— mis alumnas y alumnos sintieron la necesidad de presentarse con notas autobiográficas: notas breves y de estilo un poco curricular, pero solo en unos pocos casos; en su mayoría, en cambio, presentaciones extensas y vivaces de la propia vida, ricas en momentos significativos, ofrecidas a mí, que no les conocía, y quizá en primer lugar a sí mismas/os. Pequeñas historias de vida que pusieran en marcha la relación, para empezar a encontrar la propia postura en la asignatura. Una, la de Maite, me impresionó especialmente.

 

Ya en esta primerísima fase noté que estas escrituras autobiográficas brotaban de una intensa necesidad de sentido y de relación: aun estando todas más o menos en activo profesionalmente, con niveles de formación altos y en algunos casos muy altos, se notaba su necesidad de reapropiarse de la propia vida, en algunos casos un requerimiento de reconocimiento y de confirmación de vocaciones latentes o acalladas, de posibilidades todavía no descubiertas. Y fuerte me pareció el deseo de salir de la soledad, de ponerse en relación, de hablar de sí, en un mundo como el nuestro, connotado por un tejido social y existencial decididamente atomizado, y percibido como tal también por sujetos como estos, dotados —dirían los sociólogos— de un capital simbólico y social consistente.

 

Los primeros pasos en la escritura —las notas autobiográficas de presentación— ya me parecieron una apertura y, al mismo tiempo, un límite: significaban una ocasión para entrar sin intrusiones en el mundo de cada una y cada uno de mis interlocutores, para conocerles un poco, pero también un obstáculo en mi comprensión de cómo moverme en el trazado del camino que íbamos a compartir. ¿Por qué un obstáculo? Estos primeros autorretratos, no obstante su verdad subjetiva, noté que eran elementos de un juego de seducción hacia mí, y estaban un poco marcados por una cierta autocomplacencia, en tanto que autoras y autores de su propia historia: historias casi de una pieza, para tomar o dejar, para dejarse o no dejarse seducir, en un juego imaginario a dos cuya transformación en juego creativo y evolutivo —en el sentido de la creatividad teorizada por Donald Winnicott— no se daba por supuesta sino que se convertía, en ese momento, en un desafío. Me ofrecían un material sobre el que fantasear a distancia, y así ha sido, en realidad. No pude, al principio, evitar el dejar libre mi fantasía sobre cada una y cada uno de mis estudiantes: intentaba imaginármelos físicamente, en sus contextos existenciales actuales y remotos, en sus paisajes geográficos, humanos y culturales, en sus movimientos cotidianos y en los momentos significativos de su vida. Recuerdo que sus nombres, sus historias, la composición gráfica de sus textos, su estilo comunicativo y narrativo, acompañaban casi a diario mis pensamientos. En el fondo, en la primera etapa, todo esto formaba la materia visible inmediata de mis interlocutoras e interlocutores, la única huella que yo tenía disponible para imaginar lo invisible, lo posible, y propiciar un encuentro. Un límite, en cualquier caso, interesante, pues provocó un movimiento cognitivo y emotivo que me obligó a desplazar el pensamiento, a buscar la medida justa de la relación, a encontrar con cada cual la cadencia adecuada del intercambio a distancia; en definitiva, a trabajar las mediaciones del intercambio.

 

Me retracté enseguida de algunos lugares comunes que yo misma cultivaba desde que irrumpieron en nuestras vidas las tecnologías informáticas y telemáticas. Por ejemplo, que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son responsables del enfriamiento de las relaciones humanas, y que limitan el espacio y las potencialidades de la escritura. Por el contrario, sin darme cuenta me encontré inmersa en un ambiente “cálido”, mucho más cálido que las fugaces relaciones con las/los estudiantes que vemos cara a cara en nuestras aulas universitarias. No solo esto. La necesidad de comunicar a través de la escritura, y solo de ella, en un contexto didáctico tan especial, me llevó a descubrir que la “oralidad de retorno”2 en que estamos inmersos también a causa de las tecnologías telemáticas, no anula la escritura sino que la contamina, muchas veces vivificándola. La escritura online, por ejemplo, toma formas nuevas y, al mismo tiempo, antiguas: en primer lugar, la forma dialógica, que hace de un texto el elemento de una textura fragmentaria e infinita a varias manos y contribuye a crear un con-texto compartido y compartible abierto. Y, además, muchos elementos “presenciales” entran en el intercambio escrito online, hasta el punto de que es posible captar casi tangiblemente la carnalidad de la oralidad3: el dinamismo del pensamiento que se vuelve fluido y se elabora in situ, de modo vivo y personal aunque fragmentario e incompleto; la proximidad a la experiencia y al modo emotivo de quien escribe y quizá de quien lee; los pasadizos introspectivos que tocan la materia del propio “yo” pero difuminando su centralidad en un tejido a varias voces, en una aventura abierta a lo imprevisto; las reflexiones retrospectivas que preludian, a veces, cambios que pueden ser profundos, y una vuelta a mí y a mi historia transformadas por el intercambio comunicativo con las y los demás.

 

Con el tiempo, mis textos, que eran el material básico de la asignatura, fueron en alguna medida transformados por las incursiones de sentido y de pensamiento de los participantes —a veces caóticos pero pocas veces desmotivados—, fueron atravesados y sometidos a la prueba de sus experiencias de vida y de sus saberes, en gran parte distintos de los míos, dando lugar a saberes fluidos y en devenir. Y, análogamente, también sus vías de conocimiento y de autoconocimiento fueron modificadas al menos un poco, o mucho las de algunas. Según iban procediendo sus ejercicios sobre mis textos y mis respuestas-comentario sintonizaban con su más auténtico deseo de decir, a veces a través de desplazamientos dolorosos, aumentaba también su interés y su capacidad de distanciarse de su representación inicial de sí y de su vida. Al sumergirse a fondo en la situación de aprendizaje compartido y de creación relacional de pensamiento, en contacto con las cuestiones que yo planteaba y discutía, iban mostrando disponibilidad a indagar en su experiencia, en su existencia y en sus deseos. Los textos que elaboraban ganaban en originalidad, en fidelidad a sí y a su voz: se abrieron grietas en el tejido compacto y un poco convencional del inicio, ocasiones desde las que exponerse a un devenir posible, a un lugar otro quizá solo entrevisto, intuido o deseado. Y su escritura se volvió más exigente, más capaz de medirse con conflictos y contradicciones externas e internas, más rigurosa en el decir sus verdades hechas de luces y de sombras y, al mismo tiempo, esa escritura se vio sostenida por el descubrimiento del placer de escribir y de ser leída, de estar acompañada por la ligereza de quien se reconoce titular de la experiencia narrada y de la reflexión propuesta.

 

Creo que ha contribuido a ello el estilo de nuestra comunicación. Elegí intencionadamente, como forma del intercambio escrito, ese movimiento de dar-recibir-intercambiar-relanzar que es el movimiento de la verdadera conversación: un camino de ida y vuelta desde la esfera de lo llamado “privado” a la esfera de lo “público” y viceversa, entre planos distintos de la propia experiencia, en un movimiento circular y abierto a la trascendencia del sentido; un intercambio, pues, que no se agota en el enviar y recibir información sino que va mucho más allá. La conversación, cuando lo es, no se basa únicamente en la disponibilidad a escuchar, en la confianza y el respeto, sino también en la capacidad de poner en entredicho las opiniones propias y ajenas, para apostar por un más de sentido. La conversación así entendida es también un riesgo, una aventura, un camino compartido y no del todo previsible, capaz de cambiar al menos un poco nuestras vidas: “la conversación cambia el modo en que vemos el mundo y cambia también el mundo”4.

 

Y sus textos se volvieron cada vez más con-textos, escenas vivas y sensibles dibujadas por una economía simbólica a un tiempo personal y relacional. También el alternar fragmentos autobiográficos (narraciones de episodios ejemplares, de paisajes interiores, de personajes significativos, de giros importantes de la propia vida, etc.) y escrituras reflexivo-argumentativas, parecía responder a necesidades y a ritmos internos del pensamiento en su hacerse, y empezaba a reflejar una competencia simbólica* lograda y reafirmada, una capacidad de conectar la experiencia y la significación, de pensar y hablar a partir de sí y no de un simulacro de una/o, de decir la vida como se conoce y como se presenta, unida a una búsqueda de sentido siempre inacabada: en definitiva, y no para todos por igual, una escritura de la transformación de sí, fuera esta grande o pequeña.

 

Como si el espacio-tiempo de la asignatura online hubiera permitido encontrar, al menos a algunas y algunos, la mediación de vuelta a sí y a la propia lengua, la posibilidad de que la lengua y el cuerpo experimenten algo nuevo, que la escritura sabe ofrecer, en ciertas condiciones, dando un rodeo.

 

Bibliografía:

 

Cosentino, Vita, ed., Lingua bene comune, Troina: Città Aperta, 2006.

Maragliano, Roberto Pedagogia dell’e-learning, Bari, Gius: Laterza & Figli, (2004).

Martini, Ornella Essere studente on-line, en R. Maragliano, ed., 2004.

Ong, J. Walter, Oralità e scrittura, trad. it. Bolonia: Il Mulino, 1981.

Woolf, Virginia, Un cuarto propio, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Madrid: horas y HORAS, 2003.

Zamboni, Chiara, Un’estranea intimità, en Vita Cosentino, Lingua bene comune, Troina: Città Aperta, 2006.

Zeldin, Theodore, La conversazione. Di come i discorsi possano cambiarci la vita, trad. it. Palermo: Sellerio, 2002.

 

 

1          Woolf, Virginia, Un cuarto propio, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Madrid: horas y HORAS, 2003.

2        Ong, J. Walter, Oralità e scrittura,Bolonia: Il Mulino, 1981.

3          Martini, Ornella, Essere studente on-line, en R. Maragliano, ed., Pedagogia dell’e-learning, Bari, Gius: Laterza & Figli, 2004, p. 134.

4          Zeldin, Theodore, La conversazione. Di come i discorsi possano cambiarci la vita, Palermo: Sellerio, 2002, p. 28

*        Competencia simbólica es una expresión muy usada en el pensamiento de la diferencia sexual. Chiara Zamboni (2006) propone sus significados esenciales, recordando que tiene que ver con una posición simbólica más que con el saber: se puede enseñar haciéndola experimentar, no como se enseña un saber. No es dominio de la lengua sino que es saber habitar la lengua, que está entre nuestro dentro y nuestro afuera, en libertad y fiel al propio querer decir más verdadero, en relación viva con las palabras y con lo real, sin dejarse aplastar por el peso de las convenciones y de los significados impuestos. Concluye Zamboni, destacando el valor transformador de la competencia simbólica: “La competencia simbólica, cuando está guiada por el deseo de verdad y por el amor, puede ser dolorosa y revolucionaria al mismo tiempo” (p. 180).

Palabras clave: escritura, online, máster, oralidad de retorno, nuevas tecnologías, Duoda, diferencia sexual, enseñanza, aprendizaje, libertad femenina, escritura relacional.

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Frida

 

        Quince Lecciones, un proceso de reflexión

 

[…] Para cambiar su comportamiento [una mujer] deberá cumplir con un itinerario doloroso y complicado,

una auténtica conversión al género femenino. […]

 

Luce Irigaray,

         El olvido de las genealogías femeninas

 

 

…. Quince lecciones que, semana tras semana, se fueron convirtiendo en una guía para un itinerario reflexivo. Cada lectura me llevaba a pensar desde mi propia experiencia, desde el lugar en el cual estoy situada. No fue fácil, pues, a veces, ese lugar se volvía movedizo, de hecho, se comenzó a mover más conforme pasaban los días y las lecturas. Experimentaba una serie de sensaciones muy diversas, por un lado, me sentía sumamente atraída por la idea de leer  y de pensar, teniendo como base el pensamiento de autoras, pero, en ocasiones, experimentaba me sentía confundida, dolida y extraviada. Porque hasta hace poco tiempo he comenzado a vivir desde lo femenino. Durante algún tiempo, cuando leía sobre las experiencias que han desarrollado otras mujeres, sentía que apenas me estaba asomando a un nuevo mundo, el cual, había permanecido oculto ante mis ojos. Conforme pasó el tiempo fui reconociendo mi herencia materna, lo que me permitió dar nombre y sentido a lo que implica mi ser mujer. Continúo con una búsqueda, son muchas las dudas que tengo, pero también me acompaña una gran fortaleza y amor por continuar con este proceso.