diotimacomunità filosofica femminile

per amore del mondo Numero 3 - 2004

Pratica Filosofica

“Carta a la lectora y al lector”

Introducción a Das zerstückelte Leben.

Ein philosophischer Briefwechsel 

( La vida fragmentada. Una correspondencia filosófica)

 

 

 

Julio del  2004

 

 

Estimada lectora, estimado lector:

El libro que tiene en sus manos se compone de cartas. Una correspondencia – un intercambio epistolar entre dos mujeres sobre su vida, su pensamiento y su acción  – que se prolonga durante dos años más o menos. Probablemente sea la curiosidad la que le haya llevado a abrir este libro mezclada tal vez con un sentimiento de malestar o sorpresa. Puede que incluso se pregunten quién está dispuesto a emplear su tiempo en escribir cartas en una época marcada por el teléfono, los e-mails y los SMS. Podría ser igualmente que usted esté acostumbrada/o a escribir cartas y sepa de la fascinación que provoca el echar una ojeada a una correspondencia. Una perspectiva que no sólo permite vislumbrar la esfera de lo privado sino también el paisaje de aquellas cosas que todos los seres humanos de un tiempo concreto tienen en común y que incluso determinan el modo en como nos vemos a nosotros mismos como individuos. Estamos hablando de lo público. Una carta – como algo que está a caballo entre lo privado y lo público – permite reconocer, al menos eso esperamos, los tránsitos entre los dos ámbitos. Permítanos contarles brevemente como nuestro diálogo fue tomando la forma de correspondencia.

Cuando comenzamos a reflexionar conjuntamente sobre nuestro trabajo filosófico y literario, nos dimos cuenta de que con nuestras conversaciones y discusiones habíamos iniciado ya la construcción de un espacio común. Y de este modo empezamos a intercambiar ideas dándole vueltas a si nuestras voces serían capaces de erigir un lugar y llenarlo. Puesto que las cartas ya eran parte integrante de ese intercambio, pronto se puso de manifiesto que esa correspondencia era la forma más apropiada para nuestro diálogo. Interrumpido con regularidad, qué duda cabe, por la vida cotidiana, que amenazaba incluso con anularlo totalmente. Si bien era esa misma amenaza lo que, por otra parte, evidenciaba lo valioso de esas conversaciones. Así que aprendímos también a utilizar el ritmo impuesto por lo cotidiano hasta el punto de que la misma cotidianeidad se convirtió en una parte importante del decorado. Lo cual aumento nuestra consciencia de que cada carta nos introducía en nuestro espacio común, si bien nunca llegamos a cerrar  la puerta a cal y canto, de modo que los aires que nos llegaban desde lo cotidiano terminaron por resultar más refrescantes de lo que habíamos imaginado.Nos decidimos por un intercambio epistolar no sólo por el gusto de escribir cartas sino porque dicho género posibilita un acercamiento entre la vida diaria y su relación con la reflexión tanto si es literaria como filosófica. Escogimos las cartas no sólo porque hablan de lo pensado sino porque muestran el pensar en su misma dinámica.

Los efectos de las interrupciones más o menos regulares quedaron plasmados tanto en el proceso del escribir mismo como en la forma que iban tomando las cartas. A menudo no era posible terminar la carta en un mismo día. Algunas veces las cartas se prolongaban durante días o semanas – las “cartas mensuales” de Raquel. Nosotros las llamabamos fragmentadas. Así surgió el título del libro, La vida fragmentada. Las cartas fragmentadas conforman un transcurrir diario determinado por continuas interrupciones. Son ejemplos de las condiciones bajo las cuales todavía trabajan en particular las mujeres. Sin olvidar el dolor que sugiere la idea misma de fragmentación.

Para aquellas personas conocedoras del psicoanálisis la palabra ‘fragmentada’ les recordara a ‘el cuerpo fragmentado’ de Jaques Lacan en el estadio del espejo. Se trata de un concepto que expresa la incapacidad infantil de percibirse como una unidad en un momento concreto de su fase de desarrollo. Según Lacan la conciencia de la identidad personal se forma ayudada por la construcción de la unidad  corporal que se ve reflejada en el espejo. Lacan no menciona, sin embargo,  la ayuda de otras personas,  necesaria para ese proceso.

Nosotras no nos hemos servido mutuamente de espejo neutral sino que hemos sido una imagen contrapuesta la una de la otra. Mientras Raquel describe su situación con una sinceridad despiadada, constata su fracaso y amenaza con sucumbir a mil depresiones, se admira Marianne de como su amiga consigue una y otra vez superar con mucho humor y capacidad analítica su visión negativa y se sorprende de la cantidad de energía reflexiva que se libera de este modo. Así, gracias a los comentarios de Marianne, Raquel se conciencia de su propia fuerza. Esa Marianne que en su equilibrio siempre parece saber de un modo para calmar las ‘tormentas en un vaso de agua’. Tanto más se asombra Raquel cuando Marianne narra sus propias luchas, sus tormentas desencadenadas bajo la superficie, mostrándose como la rebelde dispuesta a romper con todo. Las cartas testifican aquello que nosotras entendemos como nuestro mayor éxito: la posibilidad de dejar constancia de algo que va más allá de un intercambio de esta naturaleza y para lo que todavía no es fácil encontrar lugar ni expresión.

Todavía se silencia demasiado lo que realmente significa tener hijos, crear una familia propia. Con toda naturalidad se prepara a las chicas y a los chicos para ejercer una profesión. Sin embargo, para los quebraderos que surgen cuando se vive en pareja y se traen hijos a este mundo, no se nos proporciona ningún tipo de conocimiento. No se trata tanto de la culpa de la madre que se guarda ese saber para sí; las causas se hallan más bien en las estructuras sociales que no conceden a esa esfera ninguna forma de expresión  pública. No se nos preparó de ninguna manera para tener hijos y ejercer de filósofas. Algunas veces era únicamente el no encontrar un asiento infantil en un café lo que ponía de manifiesto cuanto se pasa por alto la presencia de los niños en este mundo. Los problemas ocultos detrás de dichas manifestaciones son por supuesto más profundos. Estudiar y cuidar de los hijos al mismo tiempo resultaba factible si bien era doloroso observar hasta que punto nuestra sociedad aísla a los niños. Claro que ahora suele haber sillas infantiles en los cafés, pero ¿ha cambiado la mentalidad? En cualquier caso nosotras nos pusimos muy contentas de encontrar otra filósofa y madre a la vez, un ejemplo vivo de que es posible tener hijos y escribir artículos. La importancia que tuvo para nosotras – si bien tendría que estar a la orden del día – pone de manifiesto el alcance de la profunda inseguridad que sufren todavía las mujeres intelectuales, y en particular si son madres. Aún así, nosotras no sólo hemos disfrutado del soporte emocional de nuestras familias – sin olvidar que son las mujeres las que en proporción más contribuyen a mantener dicha estabilidad emocional – sino que gracias a la vida con una familia propia hemos aprendido muchas cosas sobre la sociedad, imposibles de aprender en ningún curso universitario.

A menudo nos preguntamos si no nos habremos excedido al querer las dos cosas, lo privado y lo público, una familia y una profesión ¿Tiene sentido todavía en estos tiempos dividir el trabajo entre ser madre y ser filósofa? Aún hoy y a pesar del tiempo transcurrido desde él que les presentamos en esta correspondencia seguímos sintiendo dos anhelos. Por un lado nos gustaría volver de vez en cuando a ese lugar que nosotras mismas nos hemos construido mediante nuestras cartas, por otro, pero, sentimos también el anhelo de abandonar ese espacio íntimo, para avanzar un poco más. La cuestión es, ¿cómo? A menudo describimos la sensación de estar moviéndonos en un círculo ¡No nos hagamos falsas ilusiones pero tampoco le concedamos mayor importancia! Si de verdad estamos moviéndonos en un círculo, significa que tenemos que tener un centro. Y eso es más de lo que otros podrían presumir.  Nuestro centro son nuestros temas: las mujeres, el escribir y el pensar. A veces hemos ido avanzando sólo de un modo espiral. Pero incluso siendo el movimiento circular un movimiento lento, no dejamos por ello de avanzar. Ha sido la reflexión compartida, el intercambio y el diálogo lo que nos ha dado la fuerza necesaria. No pretendemos glorificar nuestra situación pero tampoco asustar a nadie. Lo que sobre todo deseabamos era mostrar qué tesoros son capaces de crear las mujeres entre ellas mediante el intercambio intelectual y literario. Si hemos conseguido ensamblar los diversos compartimentos, en los que nuestra vida amenaza una y otra vez con quedar dividida, entonces hemos logrado lo que nos habíamos propuesto cuando comenzamos esta correspondencia.

Les invitamos pues a entrar con nosotros al lugar de nuestras cartas. Nuestro más sincero agradecimiento vaya para Lilly, nuestra primera lectora, que nos respondió – ninguna otra reacción habría podido ser mejor – con una carta que encontrarán ustedes al final de este libro,

Raquel y Marianne.