diotimacomunità filosofica femminile

per amore del mondo Numero 4 - 2005

Visioni

El Pensamiento de la herida, un debate abierto.

MX Espai 1010  de Barcelona es una galería de arte muy especial gestionada y dirigida por  Nora Ancarola y Marga Ximénez. Allí,se superponen en sus paredes a modo de palimpsesto, la historia del edificio como  vivienda varias veces centenaria y la de su ubicación (ocupa parte del  espacio donde otrora se levantara el templo romano de Augusto) Tantas historias de dioses y humanos mezcladas por el tiempo y conjugadas con el arte actual, crean un ambiente propicio para la charla y la reflexión entre amigos. Propuesta ésta  que está siempre presente en las actividades paralelas a las muestras que ofrece la galería.

 

Este año, como ya es costumbre, se inició la temporada 2005/2006 con   una exposición colectiva de obras en pequeño formato.  El tema de la muestra fue la ilustración del texto de Barbara Verzini: Il pensiero de la ferita nello body art. Un desafío que tuvo como resultado una serie de obras muy diversas, para las que se utilizaron elementos  y soportes variados: tela y el color aplicado sobre ella, vídeo instalación,  materiales reciclados, despojos animales,  etc.

 

El texto de Bárbara Verzini era el producto de unas reflexiones sobre el valor del concepto de lo negativo que tuvieron como origen el marco del Grande Seminario de Diotima en Verona, en el año 2003.  Así,  Bárbara se sirvió del pensamiento de la herida en el body art (practicado fundamentalmente por la artista Gina Pane) para aplicarlo como ejemplo del concepto de lo negativo, tratado en el Seminario. Así este mismo texto sirvió  como punto de partida para una charla – debate que se llevó a cabo en la misma galería.

 

 

Así la mayor parte de las  reflexiones de los participantes giraron en torno a las acciones de Pane y  a la herida autoinflingida.  Bárbara, tal como lo explica en su trabajo, manifestó que aquellas acciones de Pane  expresaban su deseo de romper con uno de los tabúes que marcan la sociabilidad: la separación entre lo que es público y lo que es privado.  Así Pane proponía la herida como apertura al otro para trascender las categorías impuestas  por una  cultura patriarcal y heterosexual, que trataba de inscribirla en un estereotipo femenino con el  que no se identificaba. Bárbara remarcó en la charla que según su propia lectura, la herida en Pane propone una instancia de vacío que le permite romper con la estabilidad aparente. De este modo inaugura el vacío como  “práctica de supervivencia”, a la vez que impulso de un renacimiento transformador.  Bárbara utiliza la metáfora de la crisálida que al romper el capullo sale convertida  en mariposa.

 

Un tema tan polémico y un arte que causa, en principio, mucho rechazo incluso dentro de los círculos familiarizados con el arte contemporáneo, hizo que la discusión se fuera centrando no ya en el significado de lo negativo y su carga reparadora, si no en el de la herida en el body-art.

 

En la conversación se puso de relieve que la sutiliza y el control  que marcaban las acciones de Pane  hacía que éstas  nunca devinieran en mal , haciendo así  que lo negativo ( la herida) conservara toda su carga y potencial de renovación e impidiendo, de esta manera, la oscilación peligrosa de lo negativo hacia el mal. Se apuntó que en las  acciones de Pane la sangre nunca es un espectáculo y sus gestos son perfectamente medidos y registrados paso a paso por una fotógrafa por ella elegida.

 

Uno de los temas que surgieron también  fue el de  la utilización y puesta en escena de Pane de una iconografía derivada del cuerpo místico. Con la diferencia de que  la autoflagelación, en la tradición cristiana,  es una búsqueda de la trascendencia espiritual, ya que para el místico la carne era la materia corrupta que impedía la comunicación con Dios. En cambio para Pane, la  herida es precisamente la constatación y el l elogio de la carne, carne como unidad indisoluble entre materia y espíritu. Como un solo integrado que desafía las reglas de ese Dios Padre autoridad, que dicta  sus propias leyes en las que se  debe inscribirse el cuerpo femenino.

 

Se habló también durante el debate que una de las características del body- art realizado por mujeres, reside precisamente en la puesta de relieve  de la  relación  que establecen sus cuerpos con el medio social donde están inscriptos, una relación que tiene que ver con el asumir la materia en todos sus registros: carne, vísceras, sangre, flujos. Se aludirá así a la propia biología femenina, que la hace tener presente siempre  la interioridad   de un cuerpo que busca designarse  a sí mismo a través de este darse vuelta: dentro / fuera, trascendiendo los límites de lo visible, no como espacio de cesura sino de unidad indisoluble.

 

En la charla  se  trató asimismo  de algunas manifestaciones del body art  realizado por hombres. Se remarcó que algunas de ellas (quizás las más conocidas por su espectacularidad) buscaban  la expresión de los límites de resistencia a los que podía ser sometido el cuerpo a través de la extenuación. Acciones que generalmente  aludían a rituales ancestrales. A través de su recreación se trataba  de exorcizar una violencia reprimida en el proceso de culturización.  Así se justificaban  actos de violencia hacia animales o sobre el cuerpo mismo del artista como forma de catarsis cuya misión sería la de expulsión de  la violencia reprimida, causa de la  violencia social. Otras acciones realizadas por hombres estarían inspirados en ciertos   rituales de paso, (aceptación, por ejemplo de un adolescente en la comunidad masculina) que  marcan  la diferencia con  el mundo femenino, al cual por nacimiento se pertenecería hasta el  momento del ritual. Mundo femenino, materno,  que habría que destruir para renacer en la diferencia marcada por el sexo hombre.

 

Este punto de lo masculino como necesitado de violencia para constituirse en la diferenciación de su ser  abre un debate interesantísimo. Pues podría argumentarse de forma totalmente inversa (incluso, y se me ocurre ahora, utilizando el concepto de lo negativo) y si dejamos de  repetir lo que un orden cultural dominante e interesado nos ha impuesto. Por esto fue sumamente válido traer a colación otras acciones llevadas a cabo por artistas varones. Acciones que refieren lo humano: masculino y femenino como fundado en la solidaridad y la mancomunidad de esfuerzos conjuntos: tal el caso del artista  Pepe Espaliu, citado por Nora Ancarola. Artista afectado de sida, que se hizo transportar en brazos por las calles de Madrid, en un juego de relevos solidarios y amorosos que cuidaban de él, no dejando que en ningún momento su cuerpo tocara el suelo.

 

Como es inevitable al hablar de este tipo de arte surgió el tema de la patología psíquica en la que se podría inscribir la  herida autoinflingida. ¿Hasta qué punto el artista es libre, consciente y medido  en sus actos, cuando utiliza su cuerpo como soporte de laceraciones? ¿O, en ciertos casos, simplemente de lo que se trata es de la visualización de graves conflictos psicológicos que pueden acabar con la propia vida del artista? Los ejemplos de sucesos fatídicos  entre l quienes practicaban la tendencia más violenta del body art se sucedieron.  Claudia Truzzoli, psicóloga presente entre el público, nos explicó, haciendo un esfuerzo de síntesis, las diferentes instancias en las que se podía manifestar la personalidad patológica: neurosis, psicosis, esquizofrenia y su posible vinculación con automutilación,  poniendo de ejemplo una escena de la película La Pianista.

 

Una de las cuestiones que planearon durante la charla es el de la validez hoy de la herida  en el body – art,  tal como aparecía en la década de 1970 y tal, también,  como Bárbara se cuestiona al comienzo de su artículo. Pregunta que ella contesta con un sí  es válido, categórico, luego de su intercambio de ideas con Donnatella Franchi, artista quien también expresaba sus dudas al respecto. Por mi parte mi incertidumbre, aun no resuelta, y tal como lo expresé en el debate, se basa en la diferencia de contexto visual en el que se desarrolla  hoy (2005) nuestra vida cotidiana. Contexto caracterizado por la visión multiplicada al infinito y filtrada por los medios de comunicación de cuerpos lacerados, mutilados y en todos los estados de deformación  a que la materia viva puede someterse. En definitiva y tal como expresó al final de la charla  Goya, artista israelí, por qué hablar de la violencia con violencia”, siendo, agregaría yo, a lo que constantemente  los responsables de los medios de comunicación nos someten, para que de esta manera vivamos consolados en nuestro pequeño jardín repleto de objetos, contentos de  constatar aun como íntegro nuestro vulnerable cuerpito ( al menos hasta la próxima bomba) .

 

Nora Ancarola, artista  también, coincidía con Bárbara en que las acciones de Pane, por la intimidad y la sutiliza con las que se presentaban   tienen hoy  quizás una mayor validez pues en el caso de Pane, esto evidenciaba su trabajo de resimbolización del orden de lo real. Tanto Nora como Bárbara reafirmaban la importancia de tener siempre presente que  es en el plano simbólico donde  se expresa el arte; condición sine qua non que convierte al objeto en obra de arte, y que  explica  el límite entre éste y la realidad. Citar las imágenes de violencia, trasmitidas por los medios de comunicación, para compararlas con las heridas auto-inflingidas, en este caso en el cuerpo de Gina Pane, sería así confundir lo simbólico, propio del arte, con lo real.

 

Esta explicación, con la que el público (incluso yo misma) estábamos de acuerdo y que es la manera más racional de explicar el arte, pareció no satisfacer del todo. Al menos a mí sigue pareciéndome insatisfactoria. Ya que cabe remarcar que la línea divisoria que separa lo simbólico de lo real es débil y  fluctuante. Además no debemos olvidar que precisamente los discursos que fundamentan el arte moderno se  esfuerzan  en teorizar acerca de la unión del arte y la vida, siendo así que la representación  que motivaba las obras de arte hasta el siglo XIX,  es reemplazada a partir del siglo XX por la presentación, cada vez más evidente del objeto (en este caso el cuerpo del artista).

 

Durante este intercambio intenso y fructífero de impresiones se trató de remarcar constantemente la importancia de señalar que lo negativo, tal como lo expresaba Bárbara, no sólo se manifiesta en este arte de la herida, sino que también, y de ello había una muestra suficientemente amplia en la exposición que ilustra su texto,  que el arte en su diversidad, proporciona numerosos ejemplos, sólo que por ser tan evidente y tan  inmediato de identificar con la idea que de lo negativo tenemos comúnmente, ella había utilizado precisamente el lenguaje de la herida en la obra de Pane.

 

Para finalizar este apretado resumen quiero dejar constancia de mi parcialidad, ya que  innumerables sutilizas y cuestiones planteadas, sé que se han perdido en el esfuerzo por transcribirlas. Quedan una serie de preguntas que se abrieron a partir de la reflexión que tuvo como excusa el escrito de Bárbara Verzini, sería interesante continuar en próximos encuentros.

 

Elsa Plaza

Dra. en Historia del Arte

Miembro del Grupo de Comunicación y

Gènero, URLL

Profesora de la UAB