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per amore del mondo numero 17 – 2020

Incesto: Parole che rivelano (a cura di Luciana Tavernini)

Decir lo indecible. Escuchar lo verdadero [1]

 

 

Presentación

 

Buenos días, desde que Milagros me propone venir al Seminario se produce en mí un movimiento que parece ir por sí mismo, algo importante se mueve porque acepto venir. Mi dedicación a la psicoterapia la he desarrollado, podría decirse, en solitario, siguiendo unos pasos que fueron creando un camino en el que fui asentando una manera propia de hacer que no me llevaba fuera del despacho, de ir más allá de mis sesiones psicoterapéuticas, con las cuales me sentía y me siento contenta y satisfecha. Pero algo en este momento de mi vida está en esta posibilidad de encuentro con vosotras, concretamente con quienes hoy estáis aquí.

He sido consciente de mi sentir y del sentir de las otras personas y, aunque quizá suene cursi decirlo, desde pequeña supe que la vida representada en animales y plantas, y todo lo que consideraba naturaleza, tenía un latido, una esencia propia que estaba viva y que me hacía sentir bien observarla, estar con ella. Hoy siento que esa consciencia ha sido y es lo que guía mis pasos. En ese saber que las personas que me rodeaban sentían, me fijé en su sufrimiento, quizá porque es el sentir que predominaba, y comencé a procurar aliviarlo, conocerlo, ver su origen, sus manifestaciones y empeñarme en que seguro había un modo de intervenir para lograr superarlo y encontrar el alivio y el bienestar, así con 11 años decido que voy a estudiar psicología, para poder aliviar el sufrimiento de las personas. Esa posición de entender el sentir de mis familiares y, desde la psicología, también el de otras personas, en realidad iba dirigido a entender mi propio sentir y, no podía engañarme, mi propio sufrimiento. A medida que voy creciendo se va produciendo una consciencia de mi sentir que me lleva al origen y descubro que hay un sentir de origen que cuando accedo me trae respuestas y alivio al sufrimiento. Me voy dejando tocar por ese sentir verdadero que me va llevando a una memoria de sentires primeros que traen a mi consciencia lo vivido de manera clara, produciéndose así un sentido, es decir, ese sentir latente, que permanecía en el gerundio de una sensación inacabada porque no encontraba interlocutora que la recibiera, cobra sentido y se deshace el nudo, fluye en el sentir verdadero que permite la sintonía con el latido de la vida. Esa disposición a estar en sintonía con el sentir que, según decían mi madre y hermanas, tengo desde el origen, desde que era un bebé, fue creando ese camino de sentir en el que ahora reconozco me he estado moviendo.

Desde esta posición inicio mis estudios de psicología, generándose una línea superficial y formal en la que recibo los conocimientos que me transmiten y una línea verdadera para mí que es la del sentir propio por donde voy pasando todos los conocimientos e interacciones que experimento. Este modo es algo natural en mi experiencia, no es consecuencia de haber tomado la decisión de seguirlo, sencillamente sucede. De esta manera comienzo a desarrollar la psicología desde el momento en que termino la carrera. Hago prácticas en un centro salud mental y de nuevo se desarrolla esa doble línea en la que estoy en lo formal y en mi sentir propio que guía mi práctica y mi vida. Ya no hay vuelta atrás, definitivamente tengo que ejercer la psicoterapia desde ese lugar, solitario pero no débil. No es fácil porque no encuentro interlocución a mi modo, si lo hablo, lo que me atrevo, lo escuchan con curiosidad pero al terminar ha sido como humo, y tengo que aceptar la relación con mis compañeras de carrera y profesión desde sus posiciones teóricas y dentro del marco del conocimiento formal e ir silenciando mi modo. Así voy dejándome llevar por mi manera propia de ejercer la psicoterapia y va, poco a poco construyéndose una manera de ejercerla que se centra en el sentir, en la mediación femenina y en acoger la diferencia sexual como el hecho significativo de nuestras vidas humanas, así como en detectar la violencia sexual y el sufrimiento desde un sentir de origen que no pudo ser expresado y por lo tanto, no pudo traerse a la memoria presente el daño recibido que quedó oculto en el inconsciente y en nuestro cuerpo-mente esperando el momento de ser rescatado.

Este camino del sentir no es fácil, más bien yo diría que es difícil y costoso pero es el camino de la vida. Cuando hablamos del sentir en las criaturas humanas siempre es un proceso de consciencia en el que no hace falta decir, que está incluido el pensar. Es un sentir pensante, es una integración de experiencia que llega a la consciencia y a la que accedemos en un momento de madurez concreta y necesaria para que esa consciencia del sentir verdadero suceda.

No hay lucha entre sentir y pensar, entre sentir y razón. Hay disociación, creada por las experiencias vividas y significadas desde la imposibilidad de integrar el sentir verdadero. Nacemos en contextos que ya tienen construidos sus significados sobre lo que tiene que darse en él, la posición que nos toca en esa red de relaciones, cómo tenemos que sentir, pensar, actuar. Somos criaturas expuestas al mundo natural como seres vivos y expuestas al mundo cultural como criaturas humanas y desde ahí, desde lo que nos venga dado iniciaremos nuestro camino. Desde el origen, desde nuestro nacimiento establecemos una manera propia de interactuar con nuestra madre y con quien esté en nuestro entorno más cercano y ella creará una manera específica de relacionarse con nosotras e igualmente el resto de nuestro grupo familiar. Este es un proceso natural, iremos creando mecanismos de adaptación que nos permitan establecer los vínculos afectivos que necesitamos para vivir y seremos capaces de avanzar discriminado qué es nuestro y qué es de cada quién que se relaciona conmigo. Como seres vivos tenemos una capacidad natural para experimentar bienestar y para cuidarnos y desarrollar eficazmente nuestras capacidades para la vida, también para integrar el dolor. Como seres humanos la necesidad de significado, de sentir interlocución, posibilidad de expresión y escucha, de lenguaje, nos lleva a la necesidad de integrar el sentir propio con el significado que nuestra madre y nuestro grupo da a nuestra experiencia y a nuestro mundo. Si sentir y significado están en sintonía habrá un desarrollo fluido y sano, podremos sentir adaptación y pertenencia, a la vez que desarrollarnos según nuestras capacidades y posibilidades. Si nuestro sentir propio no puede expresarse y el significado se impone de manera que lo niega, lo tergiversa, si no tenemos interlocución, entonces no habrá integración y se producirá una disociación, tendremos que crear unos mecanismos de adaptación a un entorno al que no es posible adaptarse, porque es un entorno desordenado y que genera violencia al no poder escuchar ni aceptar mi propia experiencia. Entonces nuestra vida se desarrollará separada de nuestro sentir verdadero y no podremos desarrollarnos según nuestras capacidades y posibilidades, estaremos en una lucha permanente entre un sentir sintiente porque no ha podido encontrar sentido y un significado al que no podemos adaptarnos porque nos niega.

Cada criatura humana está en una u otra de estas dos posibilidades, saberlo es lo que nos ayudará a vivir nuestra vida de manera más plena. Y en estas dos posibilidades nos encontramos mujeres y hombres, desde niñas y niños.

Todo esto para deciros que yo, desde mi camino de sentir, desde esa línea que os he señalado de que cada criatura humana es capaz de reconocer lo que le es propio de lo que viene de fuera, fui descubriendo que había estado en el lugar de desencuentro entre el sentir propio y el significado, que había vivido la experiencia de no poder expresar mi propia vivencia, que mi sentir había sido negado y que se me había impuesto un significado de mi propio existir que tenía que ver con las necesidades y desorden del sentir de quienes me habían criado. Desde ese sentir original al que no me cerré y que fue manifestándose en mí en los momentos de mi vida en los que estaba madura para recibirlo, me acerqué al sufrimiento de mujeres y de hombres y nunca perdí el saber que todas y todos tenemos, sobre todo las mujeres, desde nuestra infancia, de que nacer en cuerpos de mujer o en cuerpos de hombres crea una manera diferenciada de sentirse y con este conocimiento no documentado en los libros que estudié, ni en las relaciones que podía establecer entré en contacto con el sufrimiento humano al comenzar a desarrollar mi trabajo en la psicología. Esto me capacitó para ver y aceptar la violencia sexual ejercida por muchos hombres hacia las mujeres, para reconocer una estructura de relaciones humanas que negaba esa diferencia sexual como el hecho significativo por excelencia, y que eso significaba que negaba la diferencia sexual femenina, que esta negación creaba violencia en la infancia a niñas y niños, y que debía trabajar desde la mediación femenina y el reconocimiento del sentir verdadero para poder ser interlocutora con las mujeres y algún hombre que acuden a psicoterapia. Y ahí aparece el incesto. Aún así, cuando Milagros me propuso venir el primer pensamiento fue que yo no había trabajado el incesto, para luego ir reconociendo que el incesto había estado presente en mi vida, en las psicoterapias y en la estructura de violencia sostenida por el patriarcado y el contrato sexual, ambos en extinción.

 

¿Por qué es posible el incesto?

 

La violencia sexual queda fuera del derecho, queda previa al derecho, por eso para tratarla hemos de hacer visible la realidad contextual que la sostiene. Hablar de la víctima y del agresor no da respuesta al problema. Los mecanismos psicológicos de apego y de necesidad de pertenencia son tan básicos en la vida humana que no ha sido difícil condicionar nuestro sentir, nuestro pensamiento y nuestra conducta según los grupos de poder y el conocimiento que han transmitido.

Escribiendo la introducción me va surgiendo la pregunta ¿cómo es posible el incesto? y de nuevo entro en la confusión, comienzo a mirar libros, a leerlos, solo por encima, que ya no me da tiempo a más, pienso que debería haberme puesto a leerlos con tiempo y que he leído muy poco y lo que he leído no parece que lo recuerde, de nuevo el cuerpo dolorido y la mente densa, pero sigo con el propósito de atreverme a escribir desde mi experiencia, esa guía no me abandona, sigue latente debajo de mi confusión. He hecho lo que suelo hacer, bloquear la expresión en acción de mi experiencia, la que he adquirido desde mi sentir. Porque cuando tengo que hablar desde mi experiencia me sale hablar desde mi sentir original y aparece el bloqueo por temor a ser reprendida y quedarme sin interlocutora, entonces siempre me quedo en el mismo punto, atrapada por la necesidad de expresar mi verdad (saberla es lo que me salvó) y bloqueada por el temor a decirla, pues la condición para poder estar en “el grupo “, “la familia “, es estar en su lenguaje, que no es desde su sentir. Descubro que conecté con el sentir verdadero de mi familia y que cuando soy interlocutora del sentir de otras personas “sintonizo”, pero al recibir mi propio sentir lo bloqueo en la acción, aparece un enredo que, creo, es consecuencia de una prohibición, la de no decir mi sentir verdadero porque entonces (si accedo a mi sentir verdadero y lo digo) pasaría algo terrible, así pues lo callo.

Tengo que plegarme a ese hilito de luz propia que no ha cesado en mi vida, reconocer que algo de fidelidad a mi sentir verdadero me ha sostenido en contacto con mi ser, y que es a mi ser a quien me debo, a quien he de escuchar y obedecer, obediencia en el sentido de libertad de ser, porque la libertad es Libertad de Ser, de ser en relación, en relación con una misma (o conmigo misma) primero y en relación con lo que es fuera de mí. Así que aquí estoy, he cerrado los libros, me digo que ya los leeré después del once de mayo, y que ahora debo obediencia a mi propia experiencia.

Si me atengo a la primera parte del título “decir lo indecible”, esto que acabo de escribir entraría dentro del contexto de nuestro conocimiento académico como no decible. Nos han enseñado que no tenemos que hablar de nuestra propia experiencia, ni partir de ella, y por supuesto, nada de lo que sentimos debe expresarse en público y menos en los ámbitos de conocimiento formal. Pero eso es imposible, siempre vivimos desde nuestro sentir y por lo tanto cuando alguien, mujer u hombre, habla en el ámbito familiar o formal o escribe sobre lo que sea, lo hará desde ese lugar, desde su propia experiencia, que si es ocultada por no haber accedido a su sentir verdadero, no será tampoco verdad.

Nuestra naturaleza es humana y no hay separación entre naturaleza y cultura, biología y psicología, razón y sentir, esas polaridades forman parte del conocimiento formal que nos han transmitido desde quienes han tenido el poder de intervenir en lo que tiene que ser dicho o lo que tiene que ocultarse. Así que estoy diciendo algo que no debería desde esos estamentos formales de poder, con lo que estarían justificados mis temores a decir desde mi experiencia ya que sería considerada fuera de lugar y no apta. Sin embargo, no debemos olvidar que sobre todo lo que hablemos o con todo lo que nos relacionemos lo haremos desde nuestra propia experiencia y, que es bueno que lo sepamos porque será un punto de claridad y de desarrollo.

Desde que comencé a leer y más acentuado desde la universidad siempre pensaba en quien lo había escrito y si sería verdad, y siempre me preguntaba dónde estaban las mujeres y qué dirían ellas y, si era mujer quien escribía, sentía si lo decía desde sí misma como mujer o lo hacía desde lo que decían los hombres.

Sigo con la pregunta de cómo es posible el incesto. Yo tenía, como todas, conocimiento de la palabra incesto y de lo que significaba, pero en mi experiencia personal y profesional, no la utilizaba, utilizaba “abuso sexual”. Fue en la presentación del libro de Emily Dickinson en el que Milagros nombró el incesto cuando la he comenzado a utilizar y comenzó a moverse el poder de la palabra verdadera en esa realidad que se había pretendido desdibujar bajo un término genérico que no nombraba realmente el hecho del incesto.

En estos días dentro de esa lucha entre la obligación al mandato del dominio de la violencia u obligación a mi ser recuperé de cuando estudiaba psicología el concepto de “tabú del incesto” y ahí conecto con mi olvido, encontré que yo lo recordaba como tabú, por tanto no podía hablar de ello, ni reconocerlo y, al leer sobre ello, me gustó la sensación de sentirme fuera de lo que decía y reconocerme autoridad para pensarlo desde mi misma. El efecto que había tenido en mí era no verlo, no hablarlo, hacer como que no había pasado.

Se habla desde el origen o, para precisar más, desde el que nos han dicho que es el origen, de una manera tan confusa, especulativa y no verdadera que te confunden. Pareciera que lo que está en el origen es la ley, y aparece como la prohibición del incesto, entonces las palabras “tabú” y “prohibición” se anteponen al hecho del “incesto”, y aparece en positivo como la necesidad natural de regular un desorden, al parecer también natural. Una conducta violenta, de violación, de imponerse por la fuerza sobre el cuerpo de la mujer, es presentada como el paso natural del desorden y el caos que se da en la naturaleza a la cultura que es ordenada por la ley. Algo no nos han contado, algo terrible ha sucedido para que el hecho quede oculto y sea tergiversado, es grave porque estamos hablando del hecho original, el que da origen a una determinada manera de organizar la relación humana.

Este contrato original del que habla Carole Pateman, que se compone de dos partes, por un lado el contrato sexual, y por otro el contrato social, ya se hace sobre ese hecho de violencia sobre las mujeres. El contrato sexual, que sería anterior al contrato social, regula esa violencia y constituye el derecho patriarcal de los hombres sobre las mujeres, es un acuerdo entre hombres que regula la posibilidad de ejercer violencia sobre las mujeres, da igual posibilidad a todos los hombres de acceso sexual a todas las mujeres, y este paso lo consideran el paso de la naturaleza a la cultura. El patriarcado como derecho sexual de los hombres sobre las mujeres regulado por el contrato original, es un patriarcado de los hombres/hijos, el de un individuo masculino adulto que ha salido ya de la obediencia al padre y se manifiesta en el ámbito privado, asignado a la familia, y en el ámbito público, relacionado con la organización general del grupo. Aparece aquí una nueva división público y privado y de nuevo para confundir. El contrato original lo abarca todo, público y privado.

Estamos viendo cómo la regulación de la conducta que pretende la ley se crea ya sobre una mentira y va construyendo una manera ordenada de mantenerla oculta. Y se crea sobre una verdad no dicha, que es que lo que está regulando por necesidad es la violencia ejercida probablemente por un grupo de hombres, es seguro que había y hay hombres  “buenos”, y que estos hombres que ejercen el dominio deciden que esa violencia hay que regularla para que quede instaurada como ley, como una manera eficaz de incorporarla a la conducta de mujeres y hombres que la vivirán como mandato que hay que cumplir para conservar el bien del grupo y porque hay castigo si no se cumple. La parte oculta es que este contrato original se hace solamente entre hombres para regular su propia violencia sexual hacia las mujeres y para imponer el concepto de superioridad de los hombres y el de inferioridad de las mujeres. Las mujeres están ausentes en ambos, en el primero porque son el objeto de intercambio y en el segundo porque son consideradas no aptas para contratar, para ser una de las partes del acuerdo que supone un contrato.

Desde este relato la humanidad tiene un origen violento, está contada solo desde el grupo de hombres que ejerció violencia sobre todas las mujeres por el hecho de serlo y sobre los hombres no violentos que sabían amar a las mujeres. Esta es la historia que nos han contado, una historia de un grupo de hombres dominantes que impone su ley por la fuerza de la violencia, una historia de guerras y de barbarie. Pero como dije antes, pensad que cada vez que escuchéis o leáis a alguien lo hace desde su experiencia vital, también quienes nos contaron este relato a lo largo de la historia escrita, es decir, aún cuando aparezca escrito o dicho desde el ámbito del lenguaje y de los contenidos formales y de dominio de la historia de lo que llaman ciencia y conocimiento humano.

 

¿Dónde estamos las mujeres?

 

Las mujeres estamos desde el origen, somos el origen. Estamos en la vida privada y en la pública, estamos como madres, como hijas y como amantes y, desde ahí, desde este lugar central estamos como creadoras de lazos afectivos y proveedoras de alimentos y salud, de orden. No somos las buenas, pero tampoco las malas, lo que es seguro es que estamos en la realidad, aunque sea difícil rastrearnos en la historia escrita oficial, porque nos han eliminado, no porque no estuviéramos. Desde la historia de violencia que nos han contado y que se impuso, hemos sido asesinadas por nacer niñas, violadas desde la infancia en el ámbito familiar y en el público, se ha traficado con nuestros cuerpos para ejercer violencia sexual y para apoderarse de nuestra capacidad de crear vida en nuestros cuerpos, y eso continúa en nuestros días. Pero es seguro que también ha sido deseado nuestro nacimiento, y al nacer nuestra madre y nuestro grupo se alegró, hemos tenido infancias y vidas creativas y felices, hemos sido amadas y respetadas por nuestro entorno… En la historia no contada también hemos sido felices. Las mujeres han estado en el centro de la vida e igual que nosotras estamos ahora aquí hablando desde nuestra libertad femenina, otras mujeres desde el origen se han reunido también entre ellas y han creado mundo. Las mujeres en la historia no contada tuvieron un papel primero, fundamental. Estaban como adultas junto con los hombres, formando parte del grupo y participando del desarrollo de la vida y la cultura. Es seguro que había vida más allá de este relato y que la libertad femenina no fue destrozada, pero se ha bloqueado todo relato histórico que se salga de este acuerdo.

La niña que sufre incesto se pregunta ¿dónde está mi madre? Y quienes las atendemos también nos lo preguntamos. Pensad ¿qué es lo primero que preguntáis si os encontráis a una niña sola, o a un niño?

Ya he dicho que las mujeres estamos desde el origen de este relato de violencia, y en el apartado anterior he hablado de una estructura que sostiene y regula la violencia sexual hacia las mujeres, de manera que la madre de esta niña está igualmente atrapada en esta violencia sexual, en desorden para ejercer su tarea de proteger a la niña. Pero igual que el responsable de la acción violenta es el padre u otro familiar, la madre es responsable de estar ausente y esta es una reflexión imprescindible para las mujeres. La maternidad es cosa nuestra, y si elegimos encarnarla y dar a luz una vida, tenemos que asumir la responsabilidad de un buen cuidado. No importa los apoyos que necesitemos para llevar a cabo ese cuidado pero es nuestra responsabilidad.

En el apartado anterior me referí al contrato original como un acuerdo entre hombres adultos, fuera ya del control del padre. Como ahí no se habla de la mujer desde sí misma, no pareciera que hay una mujer adulta, previa siempre a la madre, con una experiencia y un sentir propio y con una vinculación, o por la fuerza o por amor, con el hombre al que convierte en padre de su criatura. Es decir antes de ser madre y de convertir a un hombre en padre, hay dos seres adultos que tienen una historia de relación que será el contexto relacional y afectivo de la niña y el niño. La historia nos ha hablado de la maternidad y de las madres como mujeres maravillosas que nos aman incondicionalmente y eso no es cierto, y no lo es porque la madre es una mujer con historia propia previa a la relación con su criatura y porque ha vivido en un contexto de violencia desde el régimen de significado masculino que la ha llevado a sentir que no manda en su cuerpo, se ha visto condicionada desde siglos a someterse a un modelo de relación afectivo sexual exclusivamente desde la perspectiva masculina y a creer que no es dueña de la capacidad de su cuerpo de crear vida dentro de sí y de darla a luz. La han convencido manipulándola de que es un recurso reproductivo. En este contexto ha podido perder la capacidad de libertad femenina de ejercer la responsabilidad sobre su vida y las decisiones que tome y verse sometida al dominio externo del patriarcado y el contrato sexual y sometida a una confusión interna que le impide cuidar a su criatura o incluso proyectar en ella su propia confusión.

Para la niña que sufre el incesto este es el contexto cercano que lo hace posible, quien puede pararlo es la madre, y si está lo hace. Si no lo hace es porque no está. No lo va a parar la ley, ya vimos que la violencia sexual queda fuera del derecho, queda previa al derecho. Como contexto materno lo podemos parar las mujeres, asumiendo nuestra responsabilidad en la capacidad que tenemos de ser madres. No es lo mismo llegar a la madurez masculina que a la femenina y no por cuestiones de género, sino de seres sexuados y este es un hecho básico en la psicología y las relaciones de los sexos y entre los sexos que debe ser tenido en cuenta para abordar las dificultades en la relaciones afectivo sexuales adultas y en la violencia de muchos hombres hacia las mujeres.

La niña se ha sentido desprotegida por su madre y ese daño la acompaña a lo largo de su vida en igual medida que la violencia ejercida por su padre. Es la madre quien puede hacer de mediadora entre esa acción atroz y el dolor que se ha quedado en el cuerpo de la niña, al no poder impedirlo, al no haberla protegido, esa mediación femenina queda rota, pendiente de unirse y toda la vida de esa niña como mujer girará buscando su interlocución mediadora. La madre es a quien busca la niña y el niño para hacer de mediadora con la vida, porque ella y él saben que es su madre la mediadora, su padre es, o será mediador de otro modo.

Niñas y niños aman a sus madres, aprenden a amarlas desde que nacen, por necesidad pero lo hacen, y la aman como es, aman a la madre real y concreta. El problema no está en saber amar a la madre, la dificultad está en la mujer que se convierte en madre y tiene que establecer una relación con su criatura en un contexto no femenino, un contexto que ha invisibilizado a la mujer, que está antes que la madre. Un contexto que impide que la maternidad inherente como posibilidad en todas las mujeres circule en la vida de las mujeres creando una posibilidad femenina de cuidados y reconocimiento de autoridad.

Así que nos encontramos con una niña sola, abandonada, sin la protección de su madre o del femenino materno de otras mujeres, y así desde el origen de este relato de violencia que nos han contado. Esta niña no puede hacer nada, es pequeña y está aterrorizada ante una violencia y una indefensión a la que no puede hacer frente y que no entra en su capacidad de experiencia infantil esta posibilidad. Somos las mujeres quienes tenemos que cuidar y proteger a las niñas y a las jóvenes.

Hoy sabemos que precisamente el orden está en la naturaleza y que es el intento de dominarla lo que ha creado el desorden. Este relato del origen del patriarcado y el contrato sexual que sitúa a las mujeres sometidas a los hombres y a los hombres sometiéndolas está dicho por una de esas dos partes de la humanidad, silenciado lo dicho y hecho por la otra parte. Habla un hombre que se sitúa fuera, como alguien expulsado de la naturaleza, observador de un movimiento del que no participa, perdido en sus propias emociones no sentidas y confuso, entonces ataca lo que le ha dado la vida y la somete. Ahí aparece la fuerza, el dominio y se marcha el amor. La naturaleza estaría asociada a la mujer, a la madre, y dominar la naturaleza y pretender regularla, supone ejercer un dominio, una intervención violenta sobre un orden dado, e incluye a las mujeres en cuanto que vividas como naturaleza.

 

Escucha, interlocución con la superviviente del incesto

 

Como he señalado anteriormente ha habido un hilo que yo he tenido que seguir para hablar en este Seminario, no ha sido un plan previo, sino algo que ha ido saliendo. Sí supe desde el principio que explicar las consecuencias del incesto sobre las mujeres que lo han sufrido y acudido a consulta me parecía que era cargar sobre ellas algo que no les corresponde. Sentí que necesitaba una perspectiva donde encuadrar la posibilidad de una conducta tan violenta, desorganizada y destructiva. Es verdad que, en nuestra realidad encarnada, es el cuerpo quien guarda la memoria del daño, también del placer, pero en la violencia la niña, la mujer que sufre esa violencia sexual, lo que necesita es entender de alguna manera, como pudo estar expuesta a esa experiencia, qué falló en su entorno que la dejó desprotegida ante la barbarie. Ella sabe del dolor de su cuerpo cuando sucedió la violación, lo que quedó el daño fijado en su alma, fue la posibilidad del hecho que haya un contexto que lo posibilita, algo inimaginable en la mente de la niña. Lo que ella necesita es expresar su verdadero sentir, decir su terrible verdad y ser escuchada desde la verdad de nuestro propio sentir y acogerla con amor y respeto por su fortaleza.

Sentimos en el cuerpo, es él quien guarda la memoria del sentir, la memoria de mi ser encarnado, sintiente. Está ahí para acogernos y señalarnos si estamos en sintonía o estamos separadas de él. Cuando se ha sufrido un acto de violencia tan atroz como es el incesto, el cuerpo de la niña es el único testigo de lo que ha experimentado, por eso emite señales durante toda su vida y éstas cuando puedan ser descifradas y nombradas en relación irán desapareciendo porque ya cumplieron su función. La violación de nuestro cuerpo y de nuestro espacio personal nos enseña que el mundo no es un lugar seguro y esta niña que se vio sometida a sensaciones que no podía integrar, aprende a insensibilizarse a estas sensaciones y vive disociada de su sentir verdadero, le cuesta acceder conscientemente a él porque teme que vuelva el terror. Como ya dije antes la madre no la protegió, en estas familias donde el incesto es posible, las relaciones están distorsionadas, hay secretos, aislamiento y miedo. Y se genera una dinámica de relaciones que mantendrá a la niña secuestrada de su propio sentir de por vida, porque han sido muchos años de silencio y terror y solo bajo circunstancias favorables en su vida adulta podrá ser capaz de recibir estas señales de su verdadero ser y comenzar a hacerse cargo de toda su historia.

Mi experiencia en psicoterapia ha sido con mujeres adultas que habían sufrido el incesto siendo niñas. La primera manera que tuve de acercarme a la demanda de Milagros para el Seminario fue referirme a esta mujer valiente y fuerte de una manera directa, dirigiéndome a esa niña que aún no ha recibido escucha y consuelo y por eso se mantiene el dolor y el desamparo en su cuerpo ya convertida en una mujer adulta. No quería hablar del incesto, ni del agresor, ni de la víctima, quería hablar con esa niña aún presente en cada mujer adulta, acogerla, hablarla con cariño y confianza en su fortaleza para superar ese dolor y ayudarla a reconocer que ella es más grande que toda esa violencia que experimentó, que ya no está sola, para empezar ha sido tan valiente y fuerte que ha sido capaz de traerse a sí misma hasta la posibilidad de habla y escucha verdaderas y sanadoras, conocerá que nombrar lo que es, sana, libera los obstáculos más oscuros y duros, es la magia del sentir verdadero con una interlocutora. Ahí se deshace el efecto destructivo en su vida de la ausencia de la madre y aparece la capacidad de reconocer que ella sí la amó y es este reconocimiento de amor en ella quien la libera dejando atrás un pasado que ha estado interfiriendo en la capacidad de vivir su propia vida. Que ella sea capaz de reconocer en ella el miedo, la rabia, la frustración, el desconsuelo la van a ayudar a resolver el diálogo con la violencia, pero reconocer que ella además pudo sentir amor, por esas personas que la dañaron y confundieron la capacitará para sentir felicidad.

Quiero cerrar mi intervención dirigiéndome a esa niña valiente y fuerte que pudo venir a hablar conmigo:

En algún momento de tu vida adulta alguien tiene que poner nombre a eso que tú ya sabes y que tu cuerpo-mente no deja de expresar. Cuando sucedió en tu pequeño cuerpo ni siquiera pudiste experimentarlo como realmente era. No hay simbólico para ese sentir. Tuviste que vivirlo confundida, rota, muerta. Es una experiencia sin nombre. Por eso te cuesta incluso aceptar un nombre cuando te lo dicen, por eso te cuesta aceptar que alguien te descubra, te saque de ese lugar oscuro donde te ocultaste para poder seguir viviendo con un secreto tan aterrador. Te quieres ocultar de ti misma, no quieres ni siquiera acercarte a eso.

Vivir la invasión de tu cuerpo siendo una niña por quien dice que te quiere, e incluso que eso que está haciendo es porque te quiere mucho y que será un secreto entre ambos e incluso que a ti también te gusta… es un sentir, sin nombre. Te genera tal grado de desorden en el sentir propio que te deja escindida y habitas el mundo desde ese momento sin habitar tu propio cuerpo, sobrevolándote, en un estado de constante amenaza, una amenaza que puede dirigirse a algo concreto o manifestarse de forma generalizada: miedo a ser y a no ser, a sentir y a no sentir. Se ha creado un desorden amoroso que se manifestará en la vida de tu cuerpo, de tu mente y de tus relaciones, y además será un secreto del que no podrás hablar y en la mayoría de los casos, ni siquiera te lo quieres decir a ti misma. Se creará un vacío tan grande que la vida solo será posible siendo una superviviente.

Tras el incesto quedas atrapada en el mal a través de la culpa. Ya en el acto cuya experiencia no sabes nombrar (seguro que porque no hay nombre que lo pueda definir) te dijeron que eras mala por no aceptar de  “buena gana” ese acto de violencia como un acto de amor… y así sigues, toda tu vida en ese desorden amoroso y de reconocimiento de tu propio sentir como algo creado desde la violencia, y sigues recibiendo la misma sensación de ser culpable por estar enferma de cuerpo y alma, por no poder relacionarte con tranquilidad y estar a la defensiva, eres tú la responsable de lo que no son más que consecuencias de una violación de toda tú… te confunden, sigues confundida y el círculo de sufrimiento y desesperación continúa porque sigues sin poder reconocer tu sentir verdadero, ya que se quedó sin poder nombrarse y así sigue y seguirá hasta que haya una mediación amorosa que pueda llevarte de la mano hacia ti misma, más grande que aquella experiencia infantil que no pudiste sentir porque desbordaba la capacidad de tus sentidos y de tu vulnerabilidad infantil.

Indefensión, víctima, vulnerable, estar para cuando el otro te pide… manipulación porque no conoces el modo real de actuar, búsqueda de ayuda externa y explicaciones externas porque no te sientes capaz de reconocer tus propios recursos, no poder distinguir cuándo relacionarte, cómo y con quién… siempre buscando que alguien te saque de ahí, siempre buscando el encuentro en comunión y amoroso y a la vez huyendo, en un movimiento pendular de acercamiento y huida, no sabes de tus contornos de cuidado, de tu territorio propio donde descansar… se rompieron las barreras de lo propio y de lo ajeno, se instaló la confusión de lo que sientes desde tu propia experiencia y lo que sientes porque otro te dice que es lo que debes sentir.

Hasta que no aceptemos que la diferencia sexual es el hecho humano por excelencia no podremos abordar esa violencia que queda en la oscuridad y confunde a mujeres y hombres. Si las mujeres no empezamos a asumir la responsabilidad sobre nuestro propio sentir y la conciencia clara de la diferencia sexual en femenino y de nuestra obligación de actuar en el mundo desde nuestro ser femenino, toda violencia de los hombres ejercida hacia las mujeres quedará impune porque no son ellos quienes tienen que salvarnos, no pueden, somos nosotras y sí podemos. Ellos tienen que hacerse cargo de su capacidad de ejercer violencia sexual sobre las mujeres y hacerse cargo de superar su desorden.

 

Palabras clave:  Incesto − Violencia machista − Libertad femenina − Final del patriarcado − Madres e hijas

 

Keywords:  Incest − Male Violence − Feminine Freedom − The End of the Patriarchy − Mothers & Daughters

 

 

[1] Presentato al XXX Seminario international de Duoda. El cuerpo se confiesa: el incesto, Universitat de Barcelona, 11 maggio 2019.  Il video dell’incontro si trova in https://www.youtube.com/watch?v=_Gm_7Mk3LdM

Il testo è pubblicato in Duoda. Estudis de la difèrencia Sexual-Estudios de la Diferencia Sexual, Universitat de Barcelona, N.57/2019, pp.57-81.