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per amore del mondo Numero 4 - 2005

Visioni

51º Bienal de Venecia Entre lo banal y lo importante

 

Comisarias:

Rosa Martínez . “Siempre un poco más lejos”. Arsenale

Maria Corral . “La experiencia del Arte”. Pabellón de Italia. Giardini

 

 

…“una mujer, un hispano, un negro o un asiático tiene que ser extraordinario para poder hacer las cosas ordinarias de un blanco mediocre.”

                                                                                                                                              Barbara Kruger

 

 

 

Cuando un acontecimiento como éste llega, no sólo ligado a esperanzas o espectativas respecto a sus comisarias, sino ejerciendo una presión enorme sobre Rosa Martínez y Maria Corral por el hecho de ser las primeras mujeres y españolas que ejercen este cargo, el análisis se hace muy difícil.

Esta bienal parecería que debía ser la que llenara todos los vacíos generados durante más de cien años y en las 50 anteriores ediciones.

Creo que lo primero que corresponde comentar es la enorme injusticia que se ha ejercido sobre estas dos profesionales sobre las que se ha depositado  tantísima espectativa, a la vez, se les ha dado unos pocos meses para concretar su trabajo. Teniendo en cuenta que, Robert Storr próximo comisario de Venecia 2007, tendrá casi tres años hasta inaugurar “su” bienal,  la injusticia se hace flagrante.

 

Es por ello que la primera reflexión que provoca esta Bienal no trata de una problemática relacionada con el arte, sino con el enquilosamiento sexista del mundo del arte, donde se supone que la inclusión de la mujer está normalizada y donde cada  nuevo hecho demuestra lo contrario.

 

Algunas preguntas que se han realizado hasta el cansancio, como ¿qué importancia tiene que dos mujeres comisaríen por primera vez una Bienal de Venecia? ¿qué importancia, el hecho que sean dos mujeres españolas? ¿qué debemos esperar de este hecho? ¿ es una oportunidad desperdiciada? ¿por qué mujeres, por qué representantes de un país poco reconocido?

 

Este exceso de preocupación de los medios el mundo del arte en general, nos demuestra que nos encontramos ante un caso claro de discriminación  sexual y cultural. Y es por ello que, aunque difiero respecto las elecciones de artistas hechas en esta Bienal, y aunque la fuerza que se le supone generalmente al Arsenal, como regenerador de intenciones artísticas y transgresor de las  actividades ya instaladas, no es en este caso realmente efectivo y, aunque la intensidad del Pabellón Italiano carece de riesgo, creo que esta Bienal merece respeto, pero sobre todo contextualizar el análisis.

 

A las preguntas anteriormente citadas, me gustaría responder que sí, que  es importante que  dos mujeres comisaríen esta exposición, pero fundamentalmente para poner en evidencia la increíble situación en la que se encuentra al menos, el mundo del arte. Un mundo al cual se acercan en masa y mayoritariamente jóvenes mujeres estudiantes de arte y en el que a medida que se sube en el nivel de decisión el porcentaje se invierte y cuando llegamos a niveles de poder, la presencia femenina prácticamente desaparece.

También es importante por la esperpéntica evidencia de lo excepcional. Tanto revuelo porque son dos mujeres? Parece increíble en pleno siglo XXI !

 

También muchos críticos dicen, que si nos adentramos en analizar el interés artístico que puede tener este evento no es verdaderamente relevante si sus comisarias son mujeres o si son españolas, no es relevante en cuanto que para determinar la calidad del trabajo, en su aspecto teórico como el interés de los propios artistas, ya que si no caeríamos en una visión demasiado mediatizada. Pero si esto verdad, porqué entonces las presiones, porqué la extremada espectativa, porqué esta exigencia de definición (si feministas o no feministas, si españolistas o internacionalistas).

 

A las mujeres se nos exige siempre máxima claridad en los actos, pero siempre una claridad tópica, sin matices, sin individualidades. Y aquí está el punto clave que define esta exigencia, debemos comportarnos como las mujeres que se supone que somos. Pero, quién supone?

 

Algo sorprendente sucede también cuando se habla que las comisarias son españolas. Parecería que la incorporación  definitiva en la escena internacional de un país aún enmarcado en el extrarradio europeo como el nuestro dependerá de este evento. España es un país que sigue pensando en que su legitimidad depende absolutamente de la opinión que de él se tiene fuera de sus fronteras. Sobre todo si ese fuera es el centro de la Europa hegemónica.

¿Cómo nos van a representar? ¿Se respirará el aire Español? ¿Podrán demostrar que somos un país del primer mundo?  Desde España la presión en este sentido ha sido realmente intensa e injusta. Y si a ello le agregamos la presión opuesta de los comisarios extranjeros (Amnon Barzel, por ejemplo) que  critican la poca “elegancia y falta de originalidad” de las comisarias por haber conseguido que la Bienal  “hablara español”. Qué bochorno barrer para casa…

 

Pero no nos engañemos, el problema real de la Bienal de Venecia poco tiene que ver  con estos hechos.  En medio de innumerables Bienales ,  ferias y eventos internacionales, Venecia ha quedado sin su espacio específico, y parecería que la única preocupación que tienen los organizadores es el golpe de efecto, y todas estas discusiones no hacen más que alimentar el debate fuera del arte, porque lo que realmente habría que cuestionar es la verdadera necesidad de una Bienal como ésta, y cuál debería ser su reconducción para que vuelva a cumplir alguna función de provecho.

 

A mi criterio el interés de este acontecimiento se ha ido desplazando a los eventos y exposiciones colaterales que no son específicamente la Bienal como también a los pabellones de países sin sede fija, que realizan un trabajo minucioso y cada vez más riguroso lejos del mercado y del guión mediático. Así es como por ejemplo los pabellones de Afganistán (con las excelentes metáforas visuales de Lida Abdul), Corea o Croacia (con un Goran Trbuljak incisivo y contundente) generan un interés poco habitual en I Giardini donde los pabellones más establecidos realizan muestras poco atrevidas y carentes de interés, con poquísimas excepciones como en esta edición el pabellón japonés que incluyó  a Miyako Ishiuchi y sus inquietantes Mother’s.

Es así como el propio pabellón Español presenta a un artista mundialmente reconocido como Muntadas pero con una exposición si bien excelentemente montada, profundamente sabida y aburrida.

 

Pero no nos equivoquemos, el  problema no pasa por presentar nuevos valores, como si de recetas de cocina se tratara. Lo demuestra la humilde pero magnífica muestra que hace Portugal  (en pabellón externo) al mostrar la obra de su consagrada Helena Almeida, pero con un grado de intimidad y empatía poco común. Como también la intensa instalación de Jorge Macchi  Ascensión , en colaboración con el músico Edgardo Rudnitsky, en el pabellón argentino, sito en el Oratorio de San Felipe Neri , tan bello como difícil de encontrar.

 

Pero una de las más gratas sorpresas fue el encuentro de una exposición, absolutamente fuera de contexto, la de Kiki Smith. Recorrer la Casa-Museo Querini, encontrando integradas al espacio expositivo las figuritas inquietantes de la artista, para luego poder realizar un recorrido celebratorio de su obra en su máxima expresión en el espacio expositivo de la planta superior, fué sin duda mi mejor momento de la estancia en la ciudad.

 

Volviendo a la Bienal propiamente dicha, y volviendo también a las dos  exposiciones comisariadas, creo que es muy evidente las grandes diferencias entre ambas. Porque lo que podría ser un ejemplo de complementariedad, es en realidad un producto que dificulta la lectura de las obras. “La experiencia del arte “ de María Corral es un recorrido  por una gran cantidad de obras ya conocidas de artistas reconocidos, que no siempre transmiten el placer de la experiencia.

Pero lo más remarcable de esta exposición es la falta de argumento que nos permita entender el porqué de las elecciones y el de las ausencias. En el caso de los artistas españoles integrantes de la muestra se nos hace sospechoso que todos los artistas escogidos por María Corral trabajen para las dos mismas galerías.

De todos modos podemos hablar de obras de excelente calidad, quién puede poner en duda a Bacon, Tàpies o Philip Guston?

De todos ellos quiero destacar lo que creo que  representa con más pertinencia lo que buscamos a partir del lema impuesto por la comisaria, y es el magnífico montaje con obras de W. Kentridge o el vídeo polisémico de  Eija-Liisa Athila, o incluso el archiconocido aunque siempre conmovedor Shit in your Hat-Head on a Chair  de Bruce Nauman realizado en 1990.

 

Creo sinceramente, y me avalan las propias palabras de María Corral en una entrevista realizada previamente a la inauguración de la muestra, que la exposición montada por ella para este evento es el resultado de una propia reflexión sobre lo que para ella misma fue su experiencia personal con el arte. Ello justifica las elecciones aunque las hace aún más objetables, ya que la experiencia del arte de la bienal debería trascender su propia e individual experiencia.

 

El “Siempre un poco más lejos” de Rosa Martínez tiene a mi juicio un comienzo espléndido con las Gerrilla Girls preguntándose dónde están las artistas en Venecia. Rodeando a A noiva la lámpara de tampax de Joana Vasconcellos, parecen un preámbulo prometedor de un viaje el cual,  a medida que vamos recorriendo se diluye en drags queens y tacones. De todos modos cabe destacar la instalación tao de la egipcia Ghada Amer, las excelentes fotografías de Cristina García Rodero o el montaje posmortem de Samuel Beckett.

Sin embargo las espectativas generadas a partir el lema, de encontrarnos con obras que nos abran nuevos caminos o nuevas perspectivas bajo nuevos prismas quedan absolutamente frustradas. Creo en gran parte porque la mayoría de los artistas presentados originarios de países extrarradio, que podrían haber dado el tono a una exposición de más amplios horizontes, están desde hace tiempo trabajando en países del primer mundo haciendo de su procedencia un hecho  anecdótico.  Así, Runa Islam de Bangladesh trabaja en Londres, Emiliy Jacir de Palestina, la coreana Kimsooja y la pakistanesa Shazia Slkander viven en Nueva York.

 

También me gustaría agregar mi desacuerdo a la desproporcionada incorporación de vídeos de larga duración en los últimos eventos como esta misma Bienal. Para poder visualizar en su verdadera extensión los vídeos de esta edición ( sólo el deMark Wallinger duraba 151 minutos) necesitaríamos varias semanas dedicadas exclusivamente a ello. Parece cada vez más absurdo que lo que parece ser el medio cada vez más utilizado por los artistas, sea el peor visualizado, básicamente por un problema de tiempo real.

 

Finalmente y como breve conclusión, creo que esta Bienal ha tenido que enmarcarse dentro de dos grandes rasgos contradictorios: las presiones por demostrar la valía de sus comisarias como mujeres y como españolas y por otro lado las propias intenciones de generar un discurso propio. No hay duda que ha quedado a medio camino.